28.9.16

Federico García Lorca, enseñando a leer música a su hermana Isabel en 1914


Piet Mondrian with his paintings, New York 1942


Matisse en su estudio


Roberto Bolaño's business card



Johnny Cash, when asked for his description of paradise


Kandinski en su estudio


George Bernard Shaw posing as A. Rodin’s The Thinker

vía

RabindranathTagore’s most famous poem, written in his own hand 'Where the Mnd is Without Fear'


Leo Tolstoy during illness with his daughter Tatiana, by his wife Sophia, 1902.

He died in 1910, at the age of 82.


William Blake's Notebook


vía: @CamilleStein

First edition of "Les Fleurs du mal" with Charles Baudelaire's notes, 1857


vía

Los dibujos que hacía Dostoievski antes de comenzar una obra


vía @LaVozDeLarra

Correspondencia

Lunes 26 de septiembre, 2016. Moraira

Hola,

Hace muchos, muchos miles de años, recibí un correo tuyo en el que me decías que para contar desgracias era mejor no escribir. Yo he respetado este criterio, entre otras cosas, porque cuando estoy jodido m gusta estar solo, y que no me den consejos etc, (es muy posible que haga mal).
El hecho es que, parece ser que las cosas te van bien en todos los terrenos, vale, pues cuenta coñe.

Un beso

F.

———
Martes 27 de septiembre, 2016. Madrid

Hola F.,

Las cosas me van bien de cara a la galería, pero la verdad es que por dentro estoy hecha un cristo. Y aunque, como me recuerdas en tu mail que yo te dije una vez que "para contar desgracias era mejor no escribir", he decido cagarme en mis propias palabras y utilizar este medio como desahogo, que yo también tengo memoria: cuando yo era una adolescente te escuché decir en una ocasión en Moraira que escribir es terapéutico. Entonces hablabas con tus hermanas de este tema como una recomendación que te había hecho tu psiquiatra. Yo estaba por allí de oyente, se me quedó clavado aquello en la cabeza, y me lo tomé tan al pie de la letra, que aquello me decidió a empezar a escribir diarios que aún mantengo, y fue el germen de mi primera novela, "Mi vida perra". Esto, para que te hagas una idea del efecto que produces en mí, que no es poca cosa.

No me van bien las cosas en todos los terrenos, porque yo no me dejo, luego te explico esto. Lo que ocurre es que a C. solo le traslado las buenas noticias puesto que ella ya tiene suficiente con lo suyo, que son sus hijos y su nieta, por los que se desvive, como es lógico.

Como te conté, estuve desde enero trabajando para (…). Ha sido un trabajo precioso, por el que me he desvivido, y terminé a finales de agosto. Entonces decidí que, mientras buscaba otra cosa, como tengo un dinero ahorrado, viviría despreocupadamente y aprovechando el tiempo libre para terminar mi tercera novela. Pero, ¿cuándo he sabido yo vivir despreocupadamente? Me río solo de pensarlo y me vuelve a la cabeza esa frase que dice "si quieres hacerle reír a Dios, cuéntale tus planes". Así que desde entonces, tengo una ansiedad brutal, con la que me despierto cada mañana, me acuesto cada noche, y que se me agarra al pecho asfixiándome a altas horas de la madrugada. Tengo una caja de Lorazepam en la mesilla de noche, pero solo hago uso de ella con la mirada, con saber que está ahí, me vale. Hacía tiempo que no tenía ansiedad, mucho. Ya sabes que he pasado cuatro años muy jodidos, y parece que cuando tienes problemas reales de supervivencia, cuando no sabes de qué vas a comer el mes que viene, es como si la cruda realidad pisoteara esa ansiedad hasta hacerla desaparecer y quedar en primera posición en una competición absurda y cruel por joderte la vida. Pero ahora parece que ha venido para quedarse, y he decidido que prefiero conocer a esa enemiga que me acompaña día y noche, hacerle frente, y tirar de las pastillas solo cuando la cosa se torne insoportable.

Con todo esto, mi plan de escribir la tercera novela se ha visto truncado, porque de pronto me daba miedo, o mejor dicho, vértigo, hurgarme por dentro. Y a ver cómo escribo sin hacerlo…

Esta mañana, nada más despertarme, leí tu correo de anoche en pleno ataque de ansiedad matutino, salí a pasear a la perra, y mientras caminaba por la calle, pensé: esta es mi oportunidad, si no puedo escribirme a mí, le escribiré a Fato. Y aquí estoy.

¿Cuál es la razón de esta situación por la que estoy pasando? El miedo. Estoy muy asustada. Porque de pronto me he visto igual que hace cuatro años. Vulnerable. Sin trabajo. Con un futuro incierto que no puedo controlar porque no depende de mí. Y si tengo que volver a pasar por el infierno de tener que dejar mi casa por no poder pagarla, y mudarme y mudarme y mudarme hasta tener cada vez la casa más miserable y la vida más precaria, una se plantea hasta si compensa seguir viviendo. Pero no, no te preocupes, que hasta ahí no llego. Ni me planteo eso, aunque como me conozco, me adelanto. Pero a la vez, todo esto es mentira, no es más que una trampa que me pongo yo solita, no sé si hasta para mantenerme viva. Ni yo soy la misma que hace cuatro años, ni mi situación es tan precaria, ni puedo permitirme el lujo de dejar de escribir, de dejar de hurgarme, porque cuando me hurgo - tengo que recordarme - que encuentro muchas cosas muy buenas dentro. Solo necesito sacarlas, recuperarlas. Recuperarme a mí misma.

Para empezar, estaba metida en una relación con (…) que ha resultado un absoluto desastre y que ha terminado de la peor manera. Esto es, con una bronca descomunal a través de mensajes en el móvil, donde la crueldad y las palabras que nunca se debieron decir, quedaron ahí escritas. No es que haya sido la relación más importante o más profunda de mi vida, para nada. Si miro atrás, no tenía ningún sentido. Pero esa ruptura cobarde y cutre parece que ha alimentado mi ansiedad, y esa afición que tenemos todos a culpabilizarnos por lo que no hemos hecho, me persigue también día y noche. Todo esto ocurrió la semana pasada, así que lo tengo demasiado reciente, pero no me preocupa, lo que me preocupa es mi yo, mi todo lo demás que te estoy contando. Ese saber cuidarse, saber mantenerse, ese aprender a quererse.

Me ha salido un trabajo de unas pocas semanas en (…). Es un trabajo corto, y luego a buscar otra cosa. Ahora hay mucho movimiento en la tele, y mis compañeros de profesión me dicen que no me preocupe, que aproveche mi tiempo escribiendo, que pronto me saldrá algo, pero yo miro más allá, cosa que sé que no debo, y ese es el origen de mi miedo: ¿me voy a pasar toda la vida con esta ansiedad y sintiéndome vulnerable cada vez que termine un proyecto? Porque mi profesión es así, aquí nadie tiene un puesto fijo. Te contratan para un proyecto y en unos meses termina y te vas a la calle.

El caso es que la teoría me la sé: "Hay que pensar en el ahora", "hay que disfrutar del momento"... todo eso está muy bien, pero después llega la realidad. Imagino que será cuestión de superar ese miedo a lo anterior ya vivido, a esos cuatro años de desastre, y tratar de verlos como un aprendizaje, que es lo que realmente ha sido. Pero... ¿y qué pasa con la edad? El tiempo vuela, la vida pasa tan deprisa, que aún me sorprendo mirando a chicas que mi cerebro computa como "de mi edad" pero que tienen quince años menos. Mi cuerpo ya no es el que era, ya no soy tan guapa, los hombres ya no me miran por la calle, la mujer más coqueta del mundo ahora odia el espejo... ahora toca construirse por dentro, hacerse fuerte, ser mujer, y encarar la vida de otra manera.

Y sí, como siempre, tenías razón. Qué bien sienta escribir. He empezado esta carta medio derrumbada y ahora me veo capaz de comerme a cualquiera.

Te mando un beso gigante.

A.

14.9.16

La vida sexual de las gemelas siamesas. Irvine Welsh



Lucy, una entrenadora personal bisexual de treintaypocos, obsesionada con el peso, las calorías y la comida-alfalfa, transita con su coche a deshora por una carretera de Miami, cuando presencia una pelea que parece que va a terminar en tiroteo. Sin pensárselo dos veces, sale de su vehículo, le hace una llave de noséqué arte marcial a uno de los hombres que va armado y está a punto de cargarse a un tercero, le salva la vida, y Lena, una chica que casualmente pasaba por allí, lo graba todo con su móvil. Lucy inmediatamente se convierte en una celebridad. Es la heroína local, y antes de que regrese a casa, ya tiene la puerta repleta de paparazzis esperándola.

En seguida le ofrecen protagonizar un docureality televisivo para cambiar la imagen de los concursantes, y Lena, la autora del vídeo que la ha convertido en la persona más famosa de Miami, se obsesiona con ella y la contrata como entrenadora personal.

Entre ellas surge una relación que comienza como una amistad rara, y que se convertirá en un delirio durante el cual, Lucy decide que tiene que salvar a Lena de su obesidad y su adicción a la grasa y los azúcares saturados, y la única solución que encuentra es la de secuestrarla y mantenerla encadenada en un apartamento situado en lo alto de un rascacielos deshabitado.

Cada día Lucy la visita, limpia sus excrementos, la obliga a hacer ejercicios y machacarse en una cinta de correr, la alimenta con las 450 calorías que según ella no debe sobrepasar al día una mujer, hasta que Lucy pierda los 19 kilos que le sobran.

La novela es entretenida a veces, no siempre, y ni siquiera llega a divertida, básicamente porque al ser tan poco creíble, resulta imposible empatizar con los personajes, que terminan resultando planos por muy enloquecidos que estén. Y si hubiera en ella alguna crítica a ese mundo obsesivo en el que vivimos, donde todos los productos que te venden por televisión prometen "beneficiosos para la salud" aunque se trate de un spray para quitarle el polvo a los muebles de madera, ésta se desvanece ante tanta exageración.

En los Agradecimientos, Welsh termina: "A todos los que han comprado los libros y visto las películas y, por consiguiente, han evitado que tuviera que conseguir un empleo como es debido durante años". Y la verdad, después de quedarme con la sensación de haber perdido un poco el tiempo y el dinero, esto me ha sonado a una especie de autojustificación por parte del autor, consciente de que esta vez no le ha salido demasiado bien y se tenga que plantear empezar a buscarse un curro.

1.9.16

Gritos desde dentro

Foto de Ikor Kotx
Últimamente estoy tratando de encerrarme en mí misma para poder escucharme. Para ver qué me pasa por dentro. Pero solo consigo eco, sonidos lejanos y sobre todo silencio. Solo soy capaz de oírme cuando salgo al exterior, cuando trato de entender a la persona que tengo sentada en frente. Entonces es cuando no estoy preparada para lo mío. Entonces es cuando me pillo desprevenida gritándome desde dentro.