21 febrero 2003
11.3.10
Lámpara de araña.
El techo de mi casa está constantemente vigilado por una enorme lámpara de araña. Llegó a esta casa mucho antes que yo, y desde entonces parece que nadie jamás la ha limpiado. Cada vez está más negro el metal, y los cristales más opacos. Así que, con la ayuda de una escalera y varios trapos, voy sacando brillo por a poco, lentamente, con mucha paciencia, cada lágrima, de una en una. Están frías como el hielo, y mientras froto voy descubriendo su brillo. Cada vez que limpio una, empieza a surgir un arcoiris que me deslumbra, y así voy avanzando, y llenándome de reflejos. Entonces me fijo, y descubro mi ojo, y en seguida ese mismo, multiplicado por cuatro, y por siete, y después mi otro ojo. Hasta que sólo veo reflejos, brillos, colores, y mis mil ojos. Los cierro y los vuelvo a abrir, y con paciencia sigo limpiando. Y descubro mis cejas entre mis ojos, multiplicadas por cinco, por veinticinco, y mi nariz, y mis labios, y otra vez mis ojos. Y se funden entre los reflejos repetidos del arcoiris, y en seguida siento un leve mareo, una suave sacudida y bajo la escalera para aclarar mi mente. Y me calmo, cierro los ojos, y cuando me encuentro mejor, me descubro sentada frente a un espejo, mirando mis mil millones de reflejos.
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