Esta mañana se me ha caído un helicóptero encima. La verdad es que ha estado curioso. Porque justo iba pensando que no me gustaba nada la ropa que llevaba y me he ahorrado el paseo para cambiarme. Y mi portera está encantada. En lugar de barrer la acera, llama al telefonillo y me pide que aterrice. Ahora, aunque ocupo más, puedo ver las copas de los árboles y despeinar a mi antojo a las señoras que pasean por la calle.
14 Enero 2003
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