“He dejado de vivir en
el campo y me sentía muy ilusionada de pensar que volvía a vivir en la ciudad”.
Así comenzaba una columna publicada en la revista New Yorker el 18 de junio de
1960, firmada por la misteriosa The Long-Winded Lady (La dama interminable). La
autora acaba de regresar a Manhattan y se hospeda en un pequeño hotel en Washington
Square mientras busca apartamento. Al mirar por la ventana del cuarto de baño,
descubre que “los inquilinos de enfrente se dejan las luces encendidas por la
noche, con lo que se puede ver con facilidad lo que ocurre en el interior”. La
mayoría de los personajes que pueblan sus relatos son anónimos, gente que no
sabe que la están observando, y ni se imagina que alguien esté escribiendo
sobre ellos.
En esa columna, The
Long-Winded Lady se va a cenar a la calle West Eighth, y de camino para en una
librería donde se compra un libro de Benedict Kiely y otro de Patricia
Highsmith. Durante la cena observa a un grupo de gente mirando por la venta del
Village Smoke Shop, frente al restaurante. Un camarero
corre a ver qué ha ocurrido y al regresar le cuenta que “hay una mujer tumbada
en el suelo”. Por lo visto ha muerto de forma repentina. La columnista cuenta
cómo su helado de café llega al mismo tiempo que la ambulancia. Más tarde, por
la noche, piensa en que “ojalá esa mujer muerta no tenga a nadie que se quede
en este mundo sufriendo durante años por su muerte repentina”. Justo antes de
quedarse dormida, se “sobresalta por el sonido de un fuerte derrape seguido de
risas – una fiesta callejera, ocho pisos más abajo. De pronto me queda pensando
en lo raro que es escuchar este tipo de sonidos en el campo.” Así termina el
texto que, como es habitual en ella, pasea de lo rural a lo urbano, de lo
hipotético a lo inmediato, y de la muerte a la fiesta. Pero, ¿quién es ella?
Sus columnas repletas de excéntricas observaciones aparecen en la revista entre
1954 y 1968, y no será hasta el año siguiente, cuando la revista New Yorker
revele su nombre.
Curiosamente, la
escritora de estas crónicas sobre la vida en la ciudad no es en absoluto una
neoyorquina. Maeve Brennan nació el 6 de enero de 1917 en una casa cercana a la
calle Eccles en Dublín, muy cerca de donde vivió el Leopold Bloom de James
Joyce. Brennan regresará a aquella casa con frecuencia en sus escritos. Sus
padres, Una y Robert Brennan, pertenecen al Partido Republicano, son
nacionalistas, están involucrados en la política irlandesa y en la lucha por la
cultura a principios del siglo 20. De hecho, Robert Brennan participó
activamente en el Easter Rising, una
rebelión que tuvo lugar en Irlanda contra la autoridad del Reino Unido, el
lunes de Pascual de 1916. La rebelión constituyó el más conocido intento de
tomar el control del país por parte de los republicanos para lograr la
independencia del Reino Unido. Tras 6 días de enfrentamiento, la rebelión
terminó, pero se la considera un éxito debido a que consiguió elevar a un
primer plano la cuestión de la independencia de Irlanda.
Robert Brennan es condenado a muerte por ello, y
aunque después le fue conmutada la pena por la de trabajos forzados, su
actividad política le lleva a sufrir varios encarcelamientos en 1917 y 1920.
Maeve nace cuando él está en prisión, y la actividad de su padre, que
también fue fundador y director del The Irish Press, le afecta en tal medida
que, en su relato The Day We Got Our Own Back cuenta cómo recuerda el
día en que estaba en casa y las fuerzas del Free State irrumpieron y la registraron
en busca de alguna pista de su padre, que estaba huido.
En 1934, con 17 años, Maeve se traslada con su familia a los Estados
Unidos, donde a Robert le han destinado a Washington D.C. En 1938 se gradúa en
Filología Inglesa por la American University, y aunque sus padres se vuelven a
Irlanda, ella se queda con una hermana en los Estados Unidos. Entonces se
traslada a Nueva York, donde encuentra trabajo como redactora de moda en
Harper’s Bazaar en los 40. También
escribe una columna sobre Manhattan en la revista de sociedad dublinesa Social and Personal, y
algunos relatos cortos para The New Yorker, hasta que en 1949, William
Shawn, el editor jefe, le ofrece un trabajo fijo en la revista.
En 1950 The New Yorker comienza a publicar sus relatos
cortos. Durante esta década y la siguiente, es una autora muy leída en los
Estados Unidos, y casi una desconocida en Irlanda, país en el que se sitúan
casi todas sus historias. Brennan publica también crítica literaria, artículos
sobre moda, y ensayos sobre los Estados Unidos e Irlanda.
Se trata de una mujer pequeña, casi siempre vestida de negro, con largos
trajes y gafas oscuras. Con gustos excéntricos, y que nunca vive en el mismo
lugar durante mucho tiempo. Viaja a Irlanda con regularidad, pero rechaza su
sociedad conservadora y extremadamente religiosa.
Tras su primer matrimonio con el director y crítico teatral Walter Keer, se
casa en 1954 con St. Clair McKelway, el editor jefe de The New Yorker, un
alcohólico, mujeriego y maníaco depresivo del que se divorcia cinco años
después.
A lo largo de la década de los 60, Brennan escribe de forma muy productiva,
y es entonces cuando comienzan a aparecer las primeras señales de su enfermedad
mental. Su aspecto anteriormente elegante e impoluto ahora es el de una mujer
poco aseada. Se va abandonando. Sus excentricidades se exageran hasta resultar
incómodas, y se convierte en una mujer obsesiva.
A Brennan le gusta deambular en sus narraciones por las zonas más oscuras y
sórdidas de la ciudad, y vagabundear por hoteles baratos habitados por
personajes solitarios.
En los años ochenta comienza
a sufrir episodios psicóticos que le obligan a abandonar poco a poco la
escritura. Es
hospitalizada numerosas veces. Ya no tiene nada. Ni casa, ni ropa, es una mujer
desahuciada. En los 70 Maeve Brennan sufre paranoias y alcoholismo. Los responsables de la revista New Yorker, cuando comprueban
el estado físico y mental en el que se encuentra, ponen a su disposición un
alojamiento en la ciudad que ella se niega siempre a aceptar. Cuando no está
internada en algún hospital, o vagabundeando entre los mendigos de las calles
de Nueva York, el único lugar en el que deseaba vivir es en el lavabo de
mujeres de las oficinas de la revista New Yorker, donde, ironías del destino,
el primer relato que había publicado, The holy terror, narra la vida de
Mary Ramsay, encargada durante 30 años del lavabo de señoras del hotel Royal de
Dublín.
La última vez que la ven aparecer por la revista es en 1981. Durante esa
década desaparece y su trabajo es olvidado.
William Maxwell, el prestigioso editor de ficción de la revista New Yorker
y gran amigo de Maeve, que por cierto tiene una novela absolutamente
maravillosa titulada “Vinieron como golondrinas” en la editorial Libros del
Asteroide, publicó en 1997 una recopilación de los textos sobre Dublín de Maeve
Brennan, titulada “The Springs of Affection”. Desde entonces, tanto en Estados
Unidos como en Gran Bretaña e Irlanda, se vive una especie de revival continuo de
su obra, que se reedita cada varios años. Su novela “The Visitor”, escrita
cuando tenía 32 años, se publica por primera vez en el año 2000.
La autora escribió artículos
y relatos llenos de ironía, cinismo y ciertas dosis de crueldad.
Su única novela, “The Visitor”, traducida en España como “De visita”, es encontrada después de su muerte entre los
manuscritos que guardaba. Publicada por primera vez en 2000, narra con una
enorme carga de ironía, cinismo y ciertas dosis de crueldad, el regreso de una
joven, Anastasia King, a su Dublín natal tras pasar varios años exiliada en
París, ciudad a la que se había trasladado junto a su madre cuando ésta decidió
abandonar a su padre.
Maeve Brennan no tenía la costumbre de hablar con
nadie de sus proyectos literarios y tampoco conservaba su correspondencia. “The
Visitor” narra con precisión exquisita la vida de una joven y sus recuerdos. En
ella escribe con lucidez para referirse al lugar en el que uno habita: "El
hogar es un lugar en la mente. Cuando está vacío, vibra. Vibra con los
recuerdos, rostros, lugares y épocas pasadas".
Maeve Brennan muere de un ataque al corazón en una residencia en Arverne el
1 de noviembre de 1993 a los 76 años. Está enterrada en Queens, Nueva York. A
mí “The Visitor” me gustó tanto, que mi perra se llama como ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario