Entonces llueve, y abro la boca, y se me humeden los labios, y los pulmones, y noto mi vientre frío, empapado, y los hombros aún calientes queriéndose adelantar.
Nadie extraña nada. Sólo una mirada más limpia, unos ojos más brillantes, unos labios más tiernos, pero nada más.
Y siento que alguien me baña, o me seca suavemente, pero en el fondo sigo estando sólo yo. Y eso me alivia, me aleja, me aisla, me deja sola, con mi aliento, mi viento, mi frío y mi calor.
11 Febrero 2003
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