Me están saliendo pelos en la lengua y ahora cada vez que quiero decir algo miento. Mi cabeza piensa algo y mi boca lo suaviza. Y me avergüenza escuchar las cursiladas que digo. Ni siquiera soy capaz de llamar a las cosas normales por su nombre. Las disfrazo. Les pongo ropa de catequista, trajes de primera comunión. Y si lo que voy a decir tiene connotaciones negativas, se radicaliza la vestimenta y mis palabras se visten de costaleros, de procesiones de semana santa, de cuaresma, pero nunca terminan en confesión.
1 Abril 2003
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