(de "Por los escondrijos del miedo")
Estás llegando, Ulises, a Ítaca
Y miras con ansia hacia tu casa.
¿Pero sabes acaso qué hallarás?
Yo, Eumeo, te lo diré:
Mira qué regocijo en la que fue tu casa.
¿Quién te ha dicho que te esperan?
Mira los barcos varados en la arena
Y el olor a vino y fritura en las ventanas.
Esto es lo que te espera, vuelto a casa:
La honra del hijodalgo, camisas perfumadas,
Los mismos nombres y voces cada día,
Las tiernas caricias de parientes y allegados,
Ajo, harina de cebada y vino aguado.
Y encanecido el cabello hacerte abuelo
Y morir cuando se borren las líneas de tu mano.
¿Por qué volver a Ítaca, Ulises?
Sólo buitres habitan hace tiempo esta casa,
No es más que punto de encuentro para aves perdidas.
¿Estás agotado? ¿Te place quizá el llanto de las plañideras?
Haz caso, como las aves, al camino que marcan las estrellas
Y a este viejo Eumeo que algo sabe del destino.