...
Mi vergüenza me envuelve en un escalofrío. Sudo un vapor ácido que a la vez me protege, supongo que para no volver a caer en mi propia torpeza. Si una mano me ofreciera destaparme, la cubriría con lágrimas tan infantiles como despreciables. Mi mundo se cierra un poco más. Mis alas se humedecen y mis pestañas se pegan para que mis ojos, un día, se abran de otro color.
No hay comentarios:
Publicar un comentario