Recupero mi vida con mi perro. Camino con él tranquilamente por el barrio. Ya es de noche. La luz de las farolas esconde las imperfecciones de la Plaza de Oriente, y parece que camino por la postal de una ciudad austríaca. Corre un poco de aire fresco y escucho a lo lejos al hombre calvo y serio que toca tan bien la guitarra. El que jamás levanta la mirada. Paso de largo y camino hacia la cúpula iluminada de San Francisco el Grande, ladeando La Almudena, lentamente, despacio. Escucho su música, que va evaporándose a medida que me alejo y miro a través de los cristales que han puesto para evitar que siga suicidándose la gente, tirándose desde el viaducto a la calle Segovia. Están llenos de huellas dactilares, pero es bonito ver las luces a lo lejos. Me pregunto dónde vivirá V. Levanto la vista hacia las ventanas iluminadas y busco una, cualquiera en la que me lo pueda imaginar trasteando. De vuelta, recupero poco a poco el sonido de la guitarra. Paso por delante y, esta vez, me acerco y le echo una moneda. Y él, por fin, levanta la mirada y me sonríe, descubriéndome otra cara, una que desconocía. Avanzo hasta llegar al coche de la guardia civil que siempre mancha la puerta del Palacio Real, y me desvío un poco por si explota. Continúo hasta los Jardines de Sabatini. Hay un hombre solitario apoyado en la barandilla, mirando a los lejos. Es un hombre guapo, muy moreno, quizás extranjero. A los pocos pasos descubro el estanque iluminado y me quedo un rato observando desde arriba el trazado de los jardines. De noche todo es más bonito. Y no hay nadie. Pero me da la sensación de haber escuchado algo. Presto atención. Un chillido. Será fuera del parque. Otro chillido. Nah, no puede ser. Vuelvo sobre mis pasos y camino junto al hombre guapo. A mi paso, escucho cómo aspira y en seguida escupe ruidosamente en el suelo. Me vuelvo hacia casa, tranquilamente, despacio. Todo está bonito. De noche y sin gente, a veces todo es mucho más bonito.
18.9.13
una noche cualquiera
Recupero mi vida con mi perro. Camino con él tranquilamente por el barrio. Ya es de noche. La luz de las farolas esconde las imperfecciones de la Plaza de Oriente, y parece que camino por la postal de una ciudad austríaca. Corre un poco de aire fresco y escucho a lo lejos al hombre calvo y serio que toca tan bien la guitarra. El que jamás levanta la mirada. Paso de largo y camino hacia la cúpula iluminada de San Francisco el Grande, ladeando La Almudena, lentamente, despacio. Escucho su música, que va evaporándose a medida que me alejo y miro a través de los cristales que han puesto para evitar que siga suicidándose la gente, tirándose desde el viaducto a la calle Segovia. Están llenos de huellas dactilares, pero es bonito ver las luces a lo lejos. Me pregunto dónde vivirá V. Levanto la vista hacia las ventanas iluminadas y busco una, cualquiera en la que me lo pueda imaginar trasteando. De vuelta, recupero poco a poco el sonido de la guitarra. Paso por delante y, esta vez, me acerco y le echo una moneda. Y él, por fin, levanta la mirada y me sonríe, descubriéndome otra cara, una que desconocía. Avanzo hasta llegar al coche de la guardia civil que siempre mancha la puerta del Palacio Real, y me desvío un poco por si explota. Continúo hasta los Jardines de Sabatini. Hay un hombre solitario apoyado en la barandilla, mirando a los lejos. Es un hombre guapo, muy moreno, quizás extranjero. A los pocos pasos descubro el estanque iluminado y me quedo un rato observando desde arriba el trazado de los jardines. De noche todo es más bonito. Y no hay nadie. Pero me da la sensación de haber escuchado algo. Presto atención. Un chillido. Será fuera del parque. Otro chillido. Nah, no puede ser. Vuelvo sobre mis pasos y camino junto al hombre guapo. A mi paso, escucho cómo aspira y en seguida escupe ruidosamente en el suelo. Me vuelvo hacia casa, tranquilamente, despacio. Todo está bonito. De noche y sin gente, a veces todo es mucho más bonito.
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2 comentarios:
La belleza no existe sin su contrapunto. Las dos caras de la misma moneda. Cuando la tiras al aire, depende de ti que caiga de un lado o de otro. Aquí oscila, baila, juguetea con ambas realidades y finalmente cae del lado bueno.
Un hermoso paseo.
Qué bonito comentario... gracias...
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