13.3.10

gran ciudad

Creo que la vida rutinaria de una gran ciudad te mata los sentidos mucho más que cualquier droga. Levantarte temprano un día tras otro en un lugar donde los edificios te acostumbran a mirar siempre de cerca, donde los insectos mueren porque no hay naturaleza, y vives entre subterráneos, túneles, y sombras de edificios de cristal. Todo cubierto de polvo, la gente estornuda alergia y el humo ya no viene del fuego, sino de máquinas que no paran de retumbar. Creo que se te va muriendo el olfato, y hasta las pupilas empujan cuando sales y ves lo que hay fuera. De pronto recuperas el mirar al horizonte, observar el cielo, las plantas te sorprenden, los tamaños, los colores y los olores te despiertan, y lo que antes podrías dar por tóxico, aquí te sienta sencillamente normal.

8 Agosto 2003

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