Bajo las escaleras corriendo. Mi cuerpo se humedece en sudor y mi respiración se agarra a los pulmones con ansia, pero necesito llegar. La calle me espera fría y llena de gente y corro hacia ese portal. El me persigue, me quiere matar. Tengo algo suyo que yo no logro averiguar. La puerta se cierra lentamente, alejándome de los gritos y el tráfico que aumentan mi ansiedad. Pero a él le da tiempo a entrar y corro escaleras arriba pendiente del sonido de sus pasos, de la distancia que nos separa, que se acorta, las escaleras continúan y yo no puedo más. Decido darme la vuelta y, con todas mis fuerzas, lanzarme hacia él y derrumbarlo en el suelo. Solo escucho mis pasos, sus movimientos y mi respiración. Paso por encima suya y vuelvo a salir. Cruzo la calle. Me escondo tras el tráfico, y cuando le veo salir del portal, parece que todo se calla. Decido hacerle frente, sitiéndome protegida por la gente. Mi cabeza está en silencio y puedo escuchar mi corazón. Camino hacia él. Me tiemblan las piernas, pero simulo fortaleza y decisión. Me coloco delante suya, le miro a los ojos, él baja su mirada al suelo, se da la vuelta y se va. Y los sonidos de la ciudad vuelven y me acompañan hasta casa. Hasta mi soledad.
29 Diciembre 2002
No hay comentarios:
Publicar un comentario