Fue pionera en algo que se puso de moda después: escribir de pie. Comenzó a hacerlo así para que su campo de trabajo fuera igual que el de su hermana, la pintora Vanessa Bell. Con el tiempo terminaría escribiendo sentada.
A Virginia Woolf le gustaba tanto el color púrpura, que escribió la mayor parte de La señora Dalloway en tinta de ese color.
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