Me gusta sentarme por las mañanas en la parada del tren, descolocada y aún dormida, y quedarme mirando fijamente los vagones pasando a toda velocidad. Me mareo y me gusta, y a veces llevan gente dentro, con la mirada perdida, y atisbas una rubia de pelo largo, pálida, intentando marearse mirándote a ti también. El ruido, el aire que levanta al pasar, ayudan al mareo, y cuando te deja en la oscuridad, con la mirada drogada, sigues viendo las rayas de neón que se le olvidó llevarse al pasar.
4 Marzo 2003
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