14.1.11

madrugadas en Madrid

Pues aquí estoy... a las dos de la mañana, recién llegada de una cena...  sonriendo como una tonta. No ha pasado nada en especial. Excepto que, al terminar, después de cruzarme toda la gran vía camino a casa, bajo una noche preciosa en la que, en pleno mes de enero me sobraba el abrigo, casi al llegar, mientras me rondaba un coche de policía, un mocoso muy gracioso que andaría por los 25, me ha pedido fuego. Los del coche nos han dado largas, se han acercado, y me han preguntado si todo iba bien. Le he dado fuego al chaval. Entonces me ha preguntado si me podía besar un ojo. Y claro. Le he dicho que sí. Y me ha besado lentamente el párpado derecho con tanto cariño, que parecía como una madre que te pone a dormir. Aún casi no lo puedo abrir. Entonces la policía ha seguido su camino.

He de confesar que tanto contacto físico me ha puesto un pelín tensa. Como que ni me suelo dejar, ni me gusta que me roce un desconocido. Soy así de bicho. Así que he seguido caminando hasta mi portal, como si esto me sucediera todos los días. Pero ahora que el chaval no me ve, he de decir que mola mucho que te besen un párpado con cariño.

2 comentarios:

Percival H. Fawcett dijo...

Lo que molaria que se hiciesen realidad tres deseos . Uno, darle la vuelta a mi edad, para que fuera 25. Dos, volver a fumar, para poder pedir fuego. Tres, sacar del pasado el recuerdo de un sutilisimo beso en ambos parpados, para ....

almu dijo...
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