De pequeña, en cuanto me sentía infeliz, me encerraba en mi cuarto y escribía una carta de suicidio. En ella me despedía de todo lo que más quería. De mis padres, de mis tortugas, de mis amigas, de mis juguetes, de mis discos, de mis primos. La lista era tan larga, que si tuviera que hacerla ahora mismo, probablemente terminaría pensando seriamente en el suicidio.
14 Noviembre 2006
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