Hay días en que uno se levanta y, sin saber por qué, se ve constantemente la nariz. Como si tuvieras un trozo de carne entre los ojos que no eres capaz de quitarte, como un enorme grano que siempre te ves. Miras al frente y ves tu cocina con el desayuno y la nariz. Sales a la calle, miras a lo lejos y ves los edificios, la gente y tu nariz. El truco es ponerse gafas de sol. Al encontrarle una utilidad, algo para apoyar en ella, dejas de verla, ya es útil, ya tiene su lugar en el mundo y todo el derecho a estar ahí. Asomando. Muy digna y muy nariz.
6 Abril 2003
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