31 Marzo 2005
13.3.10
Por la noche
Anoche sucedió otra vez. Y cerramos el último bar que permanecía abierto en todo el barrio, hacia las dos de la mañana. Entonces fuimos a casa de su hermano a seguir charlando. Tras escuchar cómo, en cuestión de dos meses, a mi amigo le ha cambiado radicalmente su vida, salí de casa de su hermano hacia las cuatro de la mañana. Estaba cansada. Y fumada. Estaban regando la plaza y olía a tierra mojada. La acera brillaba tanto como el cartel luminoso de la parada de autobús, y un taxi pasó seguido del sonido de una ola, junto a una pareja sentada en el banco metálico rojo que se abrazaba. Vagabundos dormían en los bajos del teatro real, escondidos tras una barricada de cajas de cartón. Ralenticé mis pasos. Qué tranquilidad tan rara. La noche es extraña, sobre todo en la ciudad. Parece la antesala de la intranquilidad, ese segundo escaso de silencio sepulcral antes de que algo vaya a explotar. Tan despacio era incómodo caminar, pero no quería perder ese momento, ese instante, esa escena, no quería dejar de estar en ese lugar.
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