Estás tumbado boca abajo, durmiendo, respirando lenta y suavemente. Y no puedo evitar bajar las sábanas por tu espalda, acercarme a ti y tumbarme a tu lado, cada vez más cerca, pero con cuidado de no romper este silencio y esta tranquilidad. Te acaricio el pelo que cae por tu espalda y no puedo evitar rozar tus hombros con la boca, pero te despiertas, aunque me descubres y no te mueves, sigues igual. Me tumbo encima tuya y aprieto mi cuerpo contra ti. Hueles dulce, a sueño, a lento despertar. Paso mi lengua por tu espalda, dejando un caminito de humedad que se va secando con el roce de mi pelo, de mi cara, y te das la vuelta para buscarme, y me escondo debajo de tu cuerpo para no salir de aquí durante un breve rato de eternidad.
3 Abril 2003
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