Ojalá pudiera subirme al tejado del edificio de enfrente y caminar sobre las tejas buscando un punto bonito hacia el que mirar en el horizonte. O cabalgar por la ciudad vacía, sin rumbo fijo, a toda velocidad. O nadar mar adentro sin mirar atrás y sin importarme cómo podré regresar. O columpiarme durante horas y que después la tierra no se moviera al bajar. Ojalá no tuviera miedo. Ni vértigo. Porque todo esto que hago con normalidad, se me queda muy pequeño.
1 comentario:
No pierdas la fe en el advenimiento de tus superpoderes, se te intuyen a punto de brotar, dos minutos más de cocción en tu cabeza :-)
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