13.3.10

Anselmo 5


Desde hace algunas semanas, hacia eso de las seis de la mañana, recibo una llamada en el móvil que nunca llego a tiempo de responder porque sé de quién procede y también sé que no es para mí. La primera vez que sucedió, me levanté asustado, y al ver un número no reconocible llamé, pero nadie contestó. Me volví a acostar y hacia eso de las 8 de la mañana, hora en que me levanto para ponerme en marcha y salir a trabajar, volví a llamar y una voz somnolienta con acento extranjero, yo diría que de algún país del este, pongamos Polonia como ejemplo, me dijo que no sabía de qué le hablaba porque ni siquiera se acordaba de haber hecho esa llamada. Los días que siguieron, la llamada se repitió a esa misma hora de la madrugada, y un día, otra vez, esperé a que se hiciera más tarde para volver a llamarle yo. Me volvió a contestar el polaco, ahora de peor humor por haberle yo despertado, y me dijo que él no podía haberme llamado, que no podía ser cierto, porque ni siquiera sabía quién era yo. Así que dejé de llamarle y me planteé apagar el móvil por las noches, pero luego nunca lo hago, no vaya a ser que mis hijas tengan algún problema y en mitad de la noche me llame mi ex mujer con algún dramón. Pero al cabo de una semana, no queriendo ser pesado, le pregunté al polaco tratando de ser amable, por qué dormía hasta tan tarde, y me contestó que le dejara, que le llamase más tarde, que estaba de resacón. Esperé a que se acercara la hora de comer, dando por hecho que ya se habría levantado, y le volví a llamar. Efectivamente, estaba recién levantado. Le dije que siempre le pillaba durmiendo por la mañana temprano, le pregunté si no tenía que madrugar, me contestó que no tenía trabajo, le pregunté de dónde sacaba el dinero para beber tanto, y me dijo que metiera las narices en mis propios asuntos, que le dejara en paz, y me colgó. Pasaron un par de días en los que volví a despertarme con su llamada perdida, y ante mi sombro, una tarde me llamó. Me dijo que la otra vez le había pillado de muy mal humor y me pedía disculpas por haberme colgado el teléfono, por semejante grosería, y le dije que no se preocupara, que no me había enfadado, sólo me había quedado preocupado por su situación. A la mañana siguiente volví a escuchar su llamada a mi móvil, y por la tarde, aburrido en mi despacho, le llamé. Le pregunté a qué tipo de trabajos estaba acostumbrado, me contestó que leía el futuro y el tarot, le dije que qué raro, que ese trabajo no le pega nada a un polaco, me dijo que no era polaco, que era ucraniano y que de qué nacionalidad pensaba que tenía que ser alguien que leía las cartas. Le contesté que argentino, y me dijo que no tenía un pelo de argentino, que me fuera a la mierda y me colgó. Me sentí fatal, he herido a un polaco en su orgullo, quién me manda a mí cambiarle a nadie la nacionalidad. Esperé un par de días para que se le pasara el mosqueo y volví a llamarle, le dije que me interesaba, le pregunté cuánto cobraba y me dio un precio tan desorbitado que pensé que me estaba tomando el pelo, y tras una fuerte risotada le colgué. A la mañana siguiente, cuando me hizo la llamada perdida, soñé que un polaco me leía el futuro gratis mientras yo me afeitaba antes de salir a trabajar. Me pasé la mañana entera pensando cómo sería mi futuro, cómo sería el polaco, y cuando salí a la calle, consulté mi saldo y llamé al polaco ya que me lo podía permitir. Le pregunté dónde tendría que ir para que me echara las cartas, me dijo que él vendría a mi casa, quedamos esa misma tarde pero no apareció. A las seis de la mañana volvió a llamarme, y por la tarde, al volver a casa desde el despacho me lo encontré en el portal. Estaba desorientado mirando al telefonillo sin tener muy claro a qué piso llamar. Al no reconocerme, me hice el longuis, le pregunté si buscaba a alguien, me dijo que había quedado con un hombre que vivía en esa casa pero no recordaba el piso, le solté una colleja y le dije “¡pero si soy yo!”. Reaccionó de manera muy agresiva, levantó el puño derecho como para ir a darme, traté de tranquilizarle, pero yo no podía contener la risa y este hecho producía un efecto en el polaco era cada vez peor. Traté de parar un golpe que venía directo a mi cara, pero se me fue la mano y le partí el labio superior. Le pedí mil excusas, le dije que subiera a casa a limpiarse la sangre, pero me dijo que le dejara en paz, que era una mala persona, que no se merecía tener el labio destrozado, que por qué le había pegado si él no me había hecho nada, se cagó en este puto país y en todos los que viven en él y se largó. Me sentí muy mal, y decidí dormir con el móvil cerca de la cama para contestar a su llamada aunque fuera a seis de la mañana, y así ocurrió. Contesté tras el primer timbrazo, y me contestó indignado que qué hacía yo otra vez ahí, contestando al móvil, que estaba harto, que me tenía hasta en la sopa, que colgara, que por qué había cogido el teléfono sabiendo que no es para mí.

15 Junio 2005

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