2.6.15
"Cómo se hace una chica", Caitlin Moran
Hacía tiempo que no me leía un libro tan chorra y me ha encantado. La cosa comienza con la protagonista, una chica de 14 años, narrando en primera persona (toda la novela está escrita en primera persona, y aunque la autora afirma que no es ella, sí reconoce en una nota al comienzo del libro, que se le parece bastante) cómo se masturba y lo feliz que le hace siempre ponerse a ello. Y tiene gracia. El tono es perfecto. Así que, a partir de ahí, ya no pude soltar el libro hasta terminarlo.
Confieso que al principio con reparos: primera persona, tono gracioso y autocompasivo, la autora es una columnista de éxito... pero no se parece en nada a Bridget Jones, y además se agradece mucho que no sea norteamericana puesto que creo que solo el humor inglés es capaz de levantarme una sonrisa. Y no me suelo reír jamás con los libros, pero en este caso me descubrí a carcajada limpia en alguna página.
Al grano.
Se trata de una niña de catorce años de clase obrera, lectora compulsiva, a la que le gusta el sexo hasta donde lo conoce, con lo que, lógicamente, se muere de ganas de descubrir cómo será con alguien más que con ella misma. Además es la única de su clase que queda por follar porque, según ella, está gorda. O sea, todo normal. Pero contado con mucha gracia, salpicado de referencias literarias muy bien colocadas, que no estorban ni resultan pedantes, tierna, insegura, curiosa, ingeniosa... y además con conciencia de clase y orgullo obrero.
Va un párrafo en el que está aprendiendo a hacer mamadas:
"Al principio me sorprende lo agradable que es tenerlo en la boca; lo encuentro francamente reconfortante. Es como chuparte el pulgar, pero mientras haces inmensamente feliz a otra persona. Me gusta lo campechano que es; me halaga que su dueño confíe en que no se lo voy a morder, lo que tal vez demuestre que aún soy muy joven. Seguro que las mujeres de cuarenta y tres años no piensan: ¡Mira, no lo muerdo!"
Y este párrafo, que me gusta mucho más:
"Al fin y al cabo, nunca he visto correrse a ninguna mujer, excepto en Cuando Harry encontró a Sally, que, para mí, sigue siendo una escena sobre un sándwich increíble, más que sobre sexo. Estamos en una época anterior a la pornografía por Internet. En todas las películas guarras que he visto, sólo se corren los hombres. De alguna manera, tendría que inventarme el orgasmo femenino antes de poder alcanzarlo habiendo otra persona en la habitación. No tengo ninguna plantilla para saber en qué momento del acto sexual encaja, ni cómo. ¿Qué hago, me corro antes de follar, o después? ¿En qué orden suelen ir estas cosas? ¿Cuánto tengo que tardar en correrme? ¿Tardo demasiado? ¿Tengo que renunciar si con un tío tardo más de cuatro minutos, por decir algo? (...)"
Si hubiera que ponerle una pega, en ocasiones alarga demasiado las situaciones, pero esto ocurre con muy poca frecuencia. Así que, como lectura que no tiene mayor pretensión que la del mero entretenimiento, está muy bien. Y que hacen mucha falta las voces femeninas.
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