3.4.17

La soledad buscada

Fotografía de Mariana Garcia

No tengo tan claro que sea más difícil vivir sola que acompañada. Desde luego es más caro. El no compartir gastos, el cocinar para una sola… Una se pasa la vida observando a parejas que estarían mucho mejor disueltas. Mujeres que no puedes comprender cómo deciden compartir sus vidas con ciertos hombres, cuando les separan siglos de diferencia. Yo misma he caído en eso. Me he llegado a juntar casi con cualquiera pensando que estaba harta de vivir sola. Entonces descubría que ahí es cuando viene lo peor. El descubrirte en soledad estando acompañada.

Las mujeres solas somos raras. Se da por hecho que acumulamos un montón de defectos. Estamos solas porque nadie nos quiere, no porque prefiramos estar solas. Los hombres solos sin embargo son valientes. Son deseados. "Solteros de oro" son considerados.

En inglés hay dos palabras distintas para distinguir la soledad impuesta, loneliness, de la soledad buscada, solitude.  En castellano hay una y, o le añades un adjetivo aclaratorio, o tiene connotaciones negativas. En galego, en términos estrictos, hay una: soidade. En euskera, bakardadea, y bakartasuna, que proceden de bakar(ra). Una palabra en solitario frente a todas las demás, como dice Jon Garmendia.

Sin embargo los mayores placeres de la vida los he descubierto en soledad, y los disfruto sola. Viajar, leer, escribir, pasear, masturbarme… Oler, escuchar, observar, saborear… Aprender. Hacer lo que me da la gana cuando me da la gana. Vivir la vida como quiero y cuando quiero. Y como puedo. Estando sola te da tiempo a hacer muchas más cosas. Incluso puedes hacerlas todas a la vez. Y te escuchas a ti misma, que es algo que la vida te impide en demasiadas ocasiones con las responsabilidades y las rutinas.

Hace años tuve un novio al que quería mucho pero no podía soportar. Quería estar con él, y cuando esto sucedía solo pensaba en alejarme. Me sentía como si yo intentara vivir su vida y él la mía. Me sentía invadida. Entorpecida. Entonces nos fuimos juntos de viaje a Galicia. Durante el trayecto en coche casi no hablamos. Después paseamos por la playa y casi no hablamos. Entonces nos subimos a un acantilado para ver la caída del sol. Estuvimos dos horas mirando al horizonte sin articular una sola palabra. Creo que fue el día que más feliz fui con él. De pronto sabíamos compartir silencios. Años después recordamos ese día y él también coincidía. Nos reímos con alivio. Él también se había sentido muy feliz aquel día.

Una noche charlaba con Jon sobre todo esto, y al día siguiente me envió este poema que había escrito recientemente:


Paris-Bakar

Karrika hotz
zeru gris,
besterik ez zara Paris,
zinemako amets
sukar egunetako krabelin,
Seine eta Tour Eiffeleko argazki,
maitasunaren gordailu ilun,
zu,
argiaren hiri;


Saint Micheleko eskale
eta Montmartreko margolari,
fantasia amesgaizto bihurtzen duzun
Montparnasseko geltoki,
Menturaz, jendartetik alde egin,
egin nahirik thébaïde.

Negar-zotinezko urratsen
ezkutuko ihesaldi;
jendartean ere solitude pairatzen duzula ispilatzen dizun
kristal hautsi,
bihozmin bakan eta
bakartasun gehiegi,
sufrimendu anitzegi
eta laburbiltzeko
nire hizkuntza xumeari
hitz bakar bat zaio aski:
bakardadea.
Jon Garmendia



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