Hoy he comido guisantes. Uno de ellos se me ha quedado pegado en los labios. Una bolita salada, suave y caliente, pegada a los labios. Hasta que ha empezado a resbalar por la barbilla, hasta el cuello, dejando un hilito muy fino y brillante a su paso. Ha bajado por mi pecho, y me iba haciendo cosquillas, hasta que ha parado en el ombligo a descansar. Ha estado ahí recluído toda la tarde, y ahora noto cómo intenta salir. Pega pequeños saltitos, intentando salir a mi vientre, y no puede, y le miro mientras me desnudo para bañarme, y creo que me sonríe. Así que le ayudo con la mano, y le dejo seguir. Pero tengo frío y me cubro con una toalla, y el guisante juega a esconderse para volver a salir. Me guiña un ojo y se esconde. Y no me atrevo a ducharme, no vaya a ser que la esponja lo aplaste y se convierta en un triste lunar.
9 Marzo 2003
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