Aquel individuo, que hoy día sale en la tele a diario repartiendo pseudonoticias – pero ese es otro tema-, consiguió convencerme de que yo, aunque fuera de manera inconsciente, me quería acostar con todos y lanzaba señales a diestro y siniestro. Según él, provocaba a todos los camareros, profesores, el bedel, compañeros de clase, el portero, sus hermanos, su padre, mis primos… ni los peatones de un paso de cebra se libraban. El problema es que me convenció de ello. Que se dice pronto. Pero aquel energúmeno consiguió que una tipa que a los 20 años tenía arrugas en la cara de tanto reírse, se moviera encorvada, caminara por la calle mirando al suelo incluso cuando iba sola, y en los restaurantes buscara sentarse mirando hacia la pared. O lo que es peor, aprendí a vivir sintiéndome culpable.
Había cambiado mi forma de vestir, de sentarme, de moverme. Sus broncas seguían siendo descomunales. Recuerdo una ocasión en la que yo estaba en una fiesta en casa de una de mis amigas, seríamos unas 7 chicas, y yo estaba muy contenta porque iba a venir a recogerme. Nada más llegar y saludar a todo el mundo, me susurró al oído: “¿por qué tienes que ser siempre la más fea?” Estaba en mi terreno, era la casa de mi amiga y si le hubiera hecho frente, nos lo habríamos comido entre todas. ¿Cómo pude permitir aquello? No lo sé. Pero así era siempre. Me quedé callada y me volví a acostar con él aquella noche, como otra cualquiera. Supongo que hacía mucho tiempo ya de todo, él había ganado la guerra nada más empezarla, yo entonces ya sólo era su prisionera.
A mi siguiente novio lo dejé porque como no me montaba unas broncas increíbles a base de ataques de celos, pensaba que no me quería lo suficiente. Por supuesto, nunca se lo dije.
Unos diez años después, aquel energúmeno había tenido un hijo con una compañera de trabajo. La única vez que hablé con ella sobre él, se acaban de separar. Estábamos en un bar rodeadas de gente. Una de las dos, no recuerdo quién, pronunció la frase: “es un maltratador psicológico”. Los demás se rieron. Nosotras no.
Tuve que pasar por un proceso de rehabilitación bastante largo y bastante doloroso, al que me sometí yo misma en la más absoluta soledad, y sin saber cómo se hacía. Tocaba aprender a quererse por necesidad. A cuidarse, a protegerse. A caminar recta y sonreír con la cabeza alta. Porque tenía que ser yo la única con capacidad para medirme. Y en eso estamos todavía.
6 comentarios:
Buff, me he sentido muy identificada con esta entrada. Tengo 41 años y con 17 viví una experiencia similar, entonces tampoco se llamaba "maltrato psicológico" solo decíamos que era demasiado celoso. Madre mía 4 años aguanté esa tortura y nunca volví a ser la misma. Yo era la alegría de la huerta y muy sociable. La inseguridad que me creó esta persona todavía no la he superado del todo. Esa historia me ha condicionado en muchos momentos de mi vida. Un beso Almu
Es verdad, "es que es muy celoso", como si fuera una justificación válida para arruinarte la vida.
un beso
Tambien hemos vivido un episodio parecido en la familia. Un episodio que después de mucho tiempo llego a una agresión violenta.... No fuimos capaces de leer correctamente lo que estaba pasando... Tampoco la victima.... Mientras no seamos capaces de percibir y frenar cuanto ántes 'pequeñas' acciones machistas o acciones de maltrato psicológicos, por muy sutiles que sean, mayor será la opción de que la bola vaya haciendose más grande, y más, y más.... Un abrazo
Un abrazo Iban
Almu, ya sé que llego nueve meses tarde a este post y que, probablemente,tú no vuelvas tan atrás para releer mi comentario, pero quiero dejarte el texto que me llegó por WhatsApp en un meme y que, además de gustarme mucho, creo que viene como anillo al dedo en este post. Espero que también te agrade....
"Quédate con el que te borre el pintalabios y no el rimmel"
Gracias Jesús Miguel... Me ha encantado :-)
Publicar un comentario