Siempre editamos los reportajes en la misma sala de avid, con el mismo montador. Un encanto de tío. Bueno, de señor. Pero esta mañana la sala era otra y el montador, una chica. No la había visto en mi vida. Como a la mayoría de la gente con la que me cruzo cuando recorro pasillos.
Saludo. Charlamos. Saco a Joseph O'Connor del bolso, y empezamos a cortar y pegar. En seguida me avisa de que ella, de inglés, ni palabra, con lo que nuestro diálogo termina siendo algo así como:
- Coge desde que dice "Mai famili" hasta "graitin bucs".
- ¿Aquí?
- Sí. O bueno, no. Un poco más tarde, en el "egggggt".
Al cabo de un rato comenzamos con los subtítulos. Me propongo como voluntaria para teclear, pero no le parece buena idea, y empiezo a dictar: "... mi hermana, Sinead O'Connor...", levanto la vista, y me sorprende encontrar ese nombre tan imposible, escrito correctamente. Seguimos: "Ishiguro... George Eliot... Salman Rushdie... Monica Ali..." ni una falta de ortografía. Y en seguida me siento idiota. No, eso es poco. Me siento la tipa más gilipoyas del planeta. Rídicula. Menuda estúpida. Y con mi peor tono de voz, pienso: "Qué estabas dando por hecho. Absurda". Hasta que me viene esa extraña satisfacción del que ha recibido una bofetada bien dada, en el momento apropiado, cuando se lo merecía.
Porque, no me jodas, si me he metido en google varias veces para ver cómo se escribían algunos.
El caso es que, al terminar, le pregunto: "¿Cuánto dura?", porque después tengo que meterlo en escaleta. Y me dice:
- vaya, casi tres minutos, es demasiado.
- ¿Demasiado? Que va, si no llega a tres, va bien.
- No, no puede ser. Un vídeo de tres minutos subtitulado se hace muy duro, muy cansado, demasiado. Nadie soporta leer en pantalla durante tanto tiempo.